NOVELA - "El ascenso"

Parte 1

Perdí mi Fe hace tanto tiempo que no recuerdo ya cuando ocurrió, ni siquiera recuerdo por qué la perdí... Es más, no sé si la tuve alguna vez. Y ahora, estoy paralizada de terror, sin saber qué camino tomar en mi vida.
A sus 38 años Laura Luna parecía mucho más joven. No quería crecer, y la madurez le había llegado de sorpresa, cuando, como ella decía, sentía que emocionalmente seguía siendo una chiquilla.
Sin embargo no era tan inocente… Ya había experimentado el dolor de muchas maneras y ahora se encontraba en una encrucijada.
“Para avanzar hay que empezar a moverse”.-Bruno había estado escuchando a Laura por un rato. Sabía que ella estaba en otro bache más en su vida y tenía que ayudarla.
“Pero tengo miedo”, contestó Laura mientras fijaba sus grandes ojos color bronce en la vela de la mesa.
“Tienes que empezar a hacer lo que sea, pero moverte. Es la única manera de luchar contra el miedo. Luchar contra la parálisis que provoca el miedo”. Bruno acercó su mano a la de ella, pero no la tocó. Había tantos momentos que recordar junto a ella. Tanto dolor, tanto crecimiento. Esa mujer le había causado uno de los más grandes dolores de su vida, pero también la mayor alegría y el más grande placer. El perdón había llegado hacía más de un año y desde entonces ellos habían podido disfrutar la compañía mutua otra vez.
“Un libro… Qué difícil empezar a escribir. Llevo años buscando al monstruo que habita dentro de mí. Luchando contra el miedo de encontrarlo y viéndolo por momentos. Buscando quién soy y qué es lo que debo hacer en esta vida...”
Laura observó los profundos ojos verde oscuro de Bruno. Lo admiraba y respetaba. El pasado y el presente se mezclaban siempre que estaba junto a él, haciéndola sentir emocionada.
Bruno Gorostiza había sido su maestro y el amor de su vida, y hoy era una de esas personas que se quedan en nuestra vida, después de haber dejado huella. Amigo, confidente, consejero y guía, siempre jugaba con el “algo más” que se quedaba en el aire.
“Bruno, ¿Cuándo eras más joven tú sabías a qué dedicarías tu vida con seguridad?”
“Jamás he sabido qué debo hacer, Laura, lo único que he sabido es seguir las pistas que la vida me va dando a cada paso”.
“¿Crees que sabré en algún momento a qué vine a este mundo?”, preguntó Laura con voz casi aniñada.
“Lo único que sé es que la vida siempre te da señales, sólo hay que saber leerlas.”
Se había hecho ya tarde. La lluvia de invierno había durado ya más de dos horas. La Ciudad de México era fría y nublada en esos días de diciembre. Ver llover desde la ventana del restaurante que daba al lago de Chapultepec era acogedor. El vino español había relajado los músculos y la vela de la mesa iluminaba sus rostros de una manera cálida.
Llevaban más de 10 años de conocerse. En ese momento la gente alrededor, los contemplaba preguntándose cuál era su relación. Él era demasiado viejo para ser pareja de ella. Pero había cierta energía entre ellos…
De pronto Bruno, como era su costumbre, supo qué era lo que necesitaba Laura. “¿Recuerdas el ascenso en el Tibet que tenemos pendiente?
Seguro recuerdas que siempre busco que mis alumnos se atrevan a vivir experiencias fuera de lo normal. Esas experiencias son las que hacen crecer el alma y hacen que la vida valga la pena vivirla.
“Sí, lo recuerdo” -contestó Laura nostálgica.
Pues bien, tengo listos todos los preparativos para el viaje.
“¿Al Tibet? -dijo Laura sorprendida y emocionada.
“Sí… Se trata, más que nada, de explorar montañas haciendo caminatas. El viaje y el ascenso está dirigido a gente común y corriente sin experiencia en montañismo”. Pero no logré juntar la cantidad de gente necesaria para armar un grupo independiente”.
“No me digas… ¿y qué vas a hacer”
“Bueno, logré hacer contacto con un grupo de alpinistas. Gente de montaña, que está entrenando para subir el Everest.
“¿Crees que vas a subir el Everest?” ¡Bruno, tienes 55 años, caray!! Por más que tengas buena condición…”
“No, claro que no. Por eso, haremos la ruta de la amistad en bicicleta que se hace en 15 o 20 días*, y el grupo de alpinistas nos guiará para subir una montaña pequeña… La llamada Kala Pattar”.
Laura se había iniciado en el alpinismo gracias a Bruno, quien la invitó a su vida mostrándole lo que él hacía. El alpinismo fue una de tantas cosas que él le había enseñado. Pero parecía que habían pasado siglos desde que estudió con él la maestría en psicología social.
En la mesa del restaurante frente al lago, Bruno calló de pronto. Sentirse tan excitado y emocionado cuando estaba cerca de Laura, era para él algo que no podía describir, ni comprender, pero ya había pasado mucho tiempo desde la última vez que había tratado de luchar contra ello. Sólo quería estar cerca de ella.
“Ven acércate”, le dijo a Laura, quien con naturalidad se acercó para darle un beso en la mejilla”. La gente del restaurante los veía con curiosidad cuando él le dijo: “¿Vienes conmigo?"

*Conocida también como el Tour Transhimalaya, la Ruta de la amistad del Himalaya se ha convertido en una travesía en bicicleta de montaña que cada vez emprenden un mayor número de viajeros de todo el mundo para atravesar la cordillera más extensa del planeta desde Lhasa (Tibet) hasta Kathmandu (Nepal).
La Ruta de la amistad (Friendship Highway en inglés) une la capital del Tibet (Lhasa) con la de Nepal (Kathmandu) a lo largo de cerca de 1.500 km. Desde la meseta tibetana, a más de 4.000 m de altitud sobre el nivel del mar, se atraviesan collados que llegan a superar los 5.500 m de altura. La ruta permite, además, visitar el balcón de los ochomiles (montañas de más de 8.000 m de altura, que representan las de mayor altitud del mundo) con vistas al Everest, que con 8.848 m es la montaña más alta del planeta, el Lothse (8.516 m), el Makalu (8.463 m)y el Cho Oyu (8.201 m), así como atravesar el parque nacional del Shisha Pangma, que alberga la montaña homónima, de 8.046 m.
El Tibet es una tierra de una inconmensurable belleza natural y de una cultura fascinante que gira en torno al budismo. La ocupación china no ha logrado que Lasha pierda el encanto de sus tradiciones ni su naturaleza espiritual. Mientras que el gobierno chino continuaba intentando adueñarse del la región del Tibet con la aprobación, en septiembre de 2007, de una ley para controlar la sucesión del Dalai Lama tibetano, Lhasa se aferrraba una vez más a su independencia cultural. Como un puente de amistad entre regiones, la ruta Transhimalaya ha unido a lo largo de los siglos dos pueblos hermanos, pero claramente diferenciados: el nepalí y el tibetano.
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Ni Laura, ni Bruno, ni mucho memos la amiga de ambos que los acompañó, Karla, tenían especial entrenamiento, más allá del ejercicio diario en el gimnasio. Pero se movían a un ritmo tranquilo, pero firme, rodeados por la nieve del valle. Llevaban ya más de cuatro horas de camino, y casi acababan de dejar el campamento base del Everest. Entonces Bruno propuso que tomaran un descanso. Bajaron de las bicicletas y se sentaron en una roca al lado del camino, mientras veían a los demás participantes de la excursión rebasarlos. Era increíble la vista desde ahí. Estaban a más de 5,000 metros de altura y podían ver que se acercaban al pueblo de Rongbuk, donde se encuentra el monasterio budista mas alto del planeta.
Ya había pasado una semana desde que llegaron a Tibet, con el objetivo de aclimatarse. Junto con ellos había 6 personas más en el grupo: Tres muchachos europeos de unos veintitantos años: Dos alemanes que eran hermanos gemelos y un muchacho belga llamado Patrick. Además, estaba Karla, la amiga de Bruno y Laura. Una mujer española de cuarenta años, investigadora social que trabajaba para el gobierno de México, y también alumna de Bruno en la maestría en psicología social.
Los más adaptados a la altura son los sherpas, empleados desde las primeras expediciones de la historia, no sólo como porteadores sino también como guías de alta montaña, con enorme abnegación y resistencia, capacidad de servicio e incluso de sufrimiento. Al jefe de los sherpas guías se le llama shirdar, mientras que el hombre occidental recibe el nombre de sahib.
Así que los más importantes integrantes del grupo eran el sherpa shirdar Chökyi Drakpa, y su hijo Jampal. Sin ellos no podrían ir a ningún lado.
Los únicos que hablaban español eran Karla, Bruno y Laura. El inglés era el idioma en el que todos se comunicaban, y aunque Karla era brusca e impetuosa, era relajante hablar con ella y sentir que estaban en un ambiente conocido.
Para ese momento, los tres muchachos europeos, haciendo gala de sus cuerpos atléticos, iban como alma que lleva el diablo, pedaleando rápida y enérgicamente. Laura y Bruno tranquilamente se sentaron a ver pasar esa demostración de juventud y fuerza. “La juventud te da esa impaciencia que pierdes con los años”, comentó Bruno divertido, “cuando te haces más viejo puedes disfrutar del paisaje.”

El ascenso al Kala Pattar

El cielo era azul brillante, había amanecido hacía dos horas, y el día era tranquilo y soleado después de que había nevado toda la noche anterior. En ese momento sólo se podía ver el camino blanco hacia arriba que terminaba a unos 800 metros de ahí, en una pared de roca que debían subir para seguir el ascenso a la cima del Kala Pattar.
Karla pasó junto a ellos retándolos, “¿Acaso ya os cansasteis?” No pueden dejar a nuestra delegación hispanoamericana detrás de esos sajones. ¡Vamos! Ayúdenme a demostrarles a esos fascistas que no son la única raza perfecta”
“Karla,” respondió Laura, “Esos muchachos no son fascistas, en realidad son agradables, sólo son muy jóvenes e impetuosos”
“¡Bah!” fue la respuesta incrédula de Karla. “Vamos, continúen conmigo”
Siguieron los tres por el camino empinado viendo a lo lejos al sherpa Chökyi siempre callado e incansable, seguido por su hijo.
Laura sacó la crema bloqueadora de la mochila. De algo debía servirle todo ese peso que traía guardado en la espalda. La luz del sol reflejándose en la nieve estaba tostando demasiado los rostros, además, el frío ya había hecho estragos con sus labios. Se puso por tercera ocasión en ese día la pomada y se la pasó a Bruno y a Karla antes de que el camino se hiciera más empinado. Empezaron a subir con mayor dificultad y no pudieron seguir codo a codo, sino que tuvieron que cambiar su formación a una fila india. Veían la pared cada vez más cerca y sus cuerpos sentían las exigencias de la montaña.
“¿Sabían que los alpinistas le atribuyen género a las montañas?”Comentó Bruno queriendo hacer menos difícil el ascenso. “Por supuesto,” dijo Karla, “ésta, por ejemplo, es una mujer, y se encela con nosotras las mujeres. Debemos ser cuidadosas”.
Cuando llegaron a la última pared, el sherpa preguntó quién subiría primero. Bruno dijo que quería fumar un cigarrillo primero para tomarse un descanso de algunos minutos.
“¿Fumar un cigarrillo, Bruno? ¿Estás tú loco?” Laura no podía creer cómo Bruno había llevado su vicio hasta ese rincón del planeta. “¡¿Cómo crees que a esta altura y habiendo hecho tanto ejercicio tú vas a fumar!?” Pero Bruno siempre hacía lo que le daba la gana en los lugares más inverosímiles. Sacó su cajetilla de cigarros mientras se sentaba en una repisa al lado de la pared, para no estorbar el ascenso de los demás. Sacó el encendedor ante la mirada perpleja del grupo. Accionó varias veces la piedra para encender su cigarrillo, sin embargo, el encendedor no pudo funcionar…
“¡Claro! A esta altura falta oxigeno… ¡y tú queriendo fumar!!” comentó Laura, casi enojada.
“Who is going first?” Insistía Chökyi, el sherpa mayor, ya impaciente.
Los muchachos dijeron que no seguirían.
“¡¿Cómo que no!? ¡No me digan que ya se han cansado! ¿Entonces para qué el espectáculo, para qué han venido hasta acá?” soltó molesta Karla en español sin que los gemelos ni Patrick entendieran una sola palabra, sólo comprendían que a la española no le había gustado su decisión.
Nunca se supo si los europeos tuvieron alguna premonición o si habían terminado con sus energías antes de tiempo, de cualquier manera, los tres muchachos tuvieron mucha suerte.
“Está bien”, dijo Karla, “yo subiré”. “Y yo también”, agregó Laura. El sherpa ajustó los arneses de cada una de las mujeres y conectó el mosquetón de Karla a la cuerda para que ella fuera la primera en subir. Sacaron de las mochilas los zapatos especiales para subir la roca intercambiándolos por las botas de montaña.
Chökyi le pidió a su hijo Jampal que empezara el ascenso punteando, para que él se quedara atrás cuidando a las mujeres.
Jampal se movía como si estuviera subiendo las escaleras de una casa. Conforme iba subiendo, iba clavando los tornillos que detendrían la cuerda de seguridad. Karla empezó a escalar la roca buscando pequeñas salientes de donde asirse. Su primer movimiento fue decidido y fuerte. Laura sintió que ella no iba a poder moverse tan ágilmente como Karla, volteó a ver a Bruno, quien seguía sentado tratando de prender el cigarrillo, pero se tomó un segundo para verla y lanzarle un beso con la mano. Los muchachos europeos decidieron sentarse junto a Bruno, lo que hizo que él se olvidara del vicio por fin y empezara a platicarles sobre sus ascensos anteriores.
Subían acompasadamente, Jampal lidereando el grupo, la española detrás y Laura inmediatamente adelante de Chökyi.
Bruno propuso a los jóvenes europeos que hicieran una fogata y armaran el campamento para esperar a las mujeres en su descenso.

*Hoy en día la protección ecológica del Himalaya constituye una preocupación ante el progresivo deterioro de la región, especialmente en dos ámbitos precisos: por un lado, la deforestación, sobre todo en Nepal, como consecuencia de la quema de bosques para combustible desde la década de 1950 con el fin de abastecer a las expediciones; y, por otra parte, la acumulación de basura en los campos base (botellas de oxígeno, latas, etc.) y material abandonado en las rutas más frecuentadas.

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