viernes, 12 de noviembre de 2010

HURACÁN

El invierno me trajo de regalo
una brisa sorpresiva de verano,
un suspiro de sed arrebatada,
y un viento cálido, incendiario.
Pronto, la brisa enfebrecida
irrumpe en mis sentidos, sin aviso.
Con abrazos y caricias a distancia
se queda entre mis ojos y mi voz.
De lengua herética y apasionada,
me muestra un espejo provocativo;
arranca el aliento a mi pecho, sin permiso
y se mete entre mis poros de ilusión.
Se ha convertido en huracán altivo.
Levanta páginas escritas a su paso,
y con cientos de palabras encendidas
revive cenizas de mi historia adormecida.
Acaricia sin ensayos mi piel de fuego,
y esparce entre la noche las llamas del deseo.
Se adueña, enfurecido, del espacio prometido,
sin avisos ni propuestas, provoca la explosión.
Pero, sin saberlo, ansioso e inexperto,
al internarse en mi vientre de mortero,
se cubre inocente con redes y suspiros
en un dulce, largo y cálido tormento.
Se inmola, arrebatado, mi huracán perdido,
se abre paso entre las brasas, la historia en construcción,
y una llama inadvertida de mi vientre y de mi espalda
lo encarcela bendecido, lo consume enceguecido.
Se mueve y se entusiasma mi huracán bandido,
se evapora y se derrama en el incendio de mis piernas
y una chispa de mi alma alcanza sus deseos
La boca de carne-viento que la noche regaló.
Me transformé en Fénix de huracán incontenible,
temo que el ocaso su brisa difumine,
y al amanecer del negro manto engalanado
reste sólo el eco furtivo de nuestro estallido.
Temo que en el enmohecido tiempo, donde vago y vuelo,
sólo quede el fugaz destello de su aliento,
entre una dulce bandada de momentos…
¿Una fogata? ¿Una vida? ¿Una pasión?
Un áspero delirio quebranta mi mirada,
y mi anhelo postrero germina una sonrisa.
Un momento bastó para quitarme el aliento
¿Qué bastará mañana para quitarme el alma?

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