domingo, 12 de diciembre de 2010

El Tiro en la Culata

Si tú supieras, amado mío,
que el mundo sigue y me quedé en el tiempo,
que mi rostro tiene surcos de dolor y de desvelo,
que eras parte de mi todo
y hoy ha quedado un hueco,
que mi alma se desgarra
porque sé que perdí el tiempo.
Si supieras todo eso quizá
podrías perdonarme.
Acorralada por el dolor,
olvidé mi juramento.
Sin tu aliento, ni tus ojos,
traicioné mis pensamientos.
Hoy sé que ya no soy tu amor,
mi querido cielo,
pero me queda la esperanza
de un futuro aún incierto.
Ahora no tengo vida,
tampoco consuelo;
queda este amor dañado
por mi engaño y mi recelo;
queda tu dolor y el mío
y mucho arrepentimiento.
La tristeza inunda el pecho,
pero mis ojos están secos,
la vergüenza se ha llevado
la humedad de mis lamentos.
¿Cómo decirte, cielo mío,
que fue capricho, fue delirio.
Cómo hablarte, vida mía,
de este remordimiento?
¿Cómo hablarte del dolor,
cuando fui la victimaria?
Pero mi arma vengativa
tenía el tiro en la culata.
Tu dolor me desgarra ahora, en mi regreso;
no hay palabras que describan
mi dolor, mi pena, mi tormento.
¿Qué frase serviría
para obtener tu compasión?
Si me olvidas y me dejas
lo entiendo vida mía,
sólo pido humildemente:
Antes de darte vuelta,
otórgame tu perdón.
Ayúdame, a levantarme,
que me caigo en el vacío.
Abrázame, que me hundo
en los mares de tu olvido.

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