Hoy recibí una docena de rosas.
Memorias rojas, en celofán, envueltas,
viejos relatos rodeados de espinas,
y nuevas esperanzas, de aromas inquietantes.
Tejedoras apacibles de palabras renovadas.
Vulnerables homenajes de una historia muda,
que renace y se contenta en el recuerdo
de emociones escondidas y aplacadas.
Hermosas seductoras de miradas entintadas.
Generosas, como su dueño, de lindos ojos francos,
perpetrador de la táctica y la enorme estrategia
de reescribir mi pasado en mil nuevos diarios.
Rosas rodeadas por lágrimas blancas,
invitando, con su aroma, a regresar una mirada,
a regalar una sonrisa y un perdón de madrugada
al sin vergüenza aventurero de caricias a distancia.
Hoy, festejando el inicio de una nueva historia,
por sorpresa, recibí una docena de besos
rojos como la sangre que hierve en nuestra aurora
y también en los miles de años que rigen la memoria.
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