sábado, 9 de abril de 2011

Tierra

Hoy, tierra querida, temo por ti.
Temo por tu gente y tus paisajes,
por tus niños de bronce, sin futuro,
por todas las promesas sin cumplir.
Hoy tierra querida,
me duele tu eterna carencia trágica,
tu entraña hemorrágica,
el constante abandono y el frenesí.
Hace milenios que oscilas
entre el drama y la alegría,
caminas en círculos, y te fustigas
te enorgulleces, pero te humillas.
Hoy duele tu mirada fatídica,
tu extraña ironía infinita,
la violencia a cuatro tiempos,
y tu enorme futuro incierto.
Tierra querida, tu historia de honores
se quedó en el pasado y en el futuro.
Tus hijos ven tu grandeza, pero no la ven,
te idolatran, te veneran, te menosprecian.
Hoy, temo la tiranía de tus gobiernos,
temo la inseguridad de tu existencia,
los miles de muertos en las casas,
en los cuatro puntos cardinales.
También, de manera alocada,
amo el caos que tu vida entraña,
la estridencia de tus silencios,
tus canciones, tus leyendas y tus milenios.
Amo la esperanza de tus horizontes,
tus mares, tu fuerza y tus viejos,
la pasión de tus diez dimensiones,
tus tercas mujeres y tus necios hombres,
que a pesar de la oscuridad,
dirigen la resistencia,
que a pesar de los sueños rotos,
insisten en soñar.
No te rompas, tierra querida, espera un poco más,
que tarde o temprano, sacaremos el penacho,
esperemos que sea temprano,
cuando el orgullo y la urgencia nos levante,
cuando las olas de tus playas límpiense del rojo,
cuando los niños, sin culpa, levanten la mirada,
cuando la inspiración y valentía llegue a tus hijos
en el más recóndito camino de tu territorio.

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