lunes, 25 de abril de 2011

Mientras tú sucedes.

No te me mueras, amigo de promesas vanas,
miradas caducas y alegrías vencidas.
No te me mueras, infectado de sadismo,
en solamente dos lunadas.
Todavía tengo a mano la inútil esperanza,
de encontrarte un buen día, entre tu mascarada;
solamente por aquel brindis en el que antaño
planeamos el futuro, y muchas finas danzas.
O muérete de una vez, sin aviso, ni preestreno,
para poder echar tiempo a la hora de tu entierro;
para poder echar olvido, a la hora que decida,
a esta historia burda, sin debut, ni despedida.
Te hablo a ti, dueño de ojos indolentes,
con la absurda intención de ignorarme…
como si los negocios y el cansancio
fueran mejor pretexto que el vacío.
Pero yo soy de donde los niños
llevan el invierno, en los ojos, estampado.
No me quitas lo que nunca me diste,
aunque tú mismo te lo hayas inventado.
Estoy en donde toma vuelo el viento,
para soplar, de nuevo, esperanzado;
y en donde las aves se reinventan
desde la sospecha de su canto.
Habito un universo paralelo, de puntos suspensivos,
al que entré después de mi inútil confesión…
Ya no espero de tu mente, instintos compasivos,
ninguna impulsiva o inocente rendición.
Me puse, sin remordimiento, tus botas de nube
y atravieso el abismo al que crees condenarme,
camino descalza tu silencio en brasas,
mientras tú sucedes, lleno de nada.

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